Carlos Wurmann G
Presidente, CIDEEA
Centro Internacional de Estudios Estratégicos para la Acuicultura
Favio Rescia C
Experto Asociado
Santiago de Chile-Buenos Aires, Diciembre 2024
INTRODUCCIÓN
Cualquier conocedor de la geografía Argentina debe sufrir ante el tan pobre aprovechamiento de sus condiciones excepcionales para desarrollar los cultivos acuáticos, y hasta hoy no sería exagerado hablar de un proyecto-país frustrado, en base a las premisas siguientes:
- La importante pesquería marina que desarrolla el país, con unas 845 MT (miles de toneladas) anuales en 2020-2022, 781 MT en 2010-2012, 933 MT en 2000-2002 y 650 MT anuales en 1990-1992, lo que ha concentrado el interés del país casi exclusivamente en las actividades extractivas, desconociendo el potencial y las realidades de los cultivos en el mundo y en países vecinos como Chile, Ecuador, Brasil y tantos otros, donde la acuicultura ya supera en valor y/o tonelaje a la pesca convencional, aportando empleos, exportaciones masivas, seguridad alimentaria y desarrollo productivo.
- Gobernanza desactualizada que no otorga las debidas garantías ni facilidades a los emprendedores potenciales
- Alto riesgo asociado a emprender con nuevos negocios en acuicultura, ante el desconocimiento de las realidades tecnológicas y de mercado de las cosechas acuícolas.
- La carencia de una visión a largo plazo sobre objetivos y metas posibles de alcanzar, y de las estrategias a impulsar para obtener esos logros
- Contexto socio político que por varias décadas ha privilegiado cuestionamientos sobre los posibles daños ambientales que puedan asociarse a la acuicultura, sin apreciar las realidades y los posibles paliativos a los que puede recurrirse actualmente para mitigar o resolver esta problemática, como lo hacen múltiples naciones.
Por cierto, se suma a estos hechos una realidad incuestionable sobre el estado general de la economía en el país, aunque en las últimas décadas Argentina ha podido desarrollar varios nuevos cultivos, industrias y negocios, enfrentando con éxito las mismas (o similares) dificultades.
Con todo, entonces, la acuicultura del país en los últimos 10 años sólo ha logrado cosechas anuales medias del orden de las de 4 MT, cifras insignificantes en comparación a los actores más relevantes de la región, que están cercanos o sobrepasan el millón de toneladas de cosecha anual.
Fuente: Dirección Nacional de Acuicultura
A la vez, la pesca extractiva argentina avanza a tasas medias acumulativas anuales (TMAA) de sólo 0,9% entre 1990-1992 y 2020-2022, siendo la TMAAs de 3,7% en el primer decenio y 0,8% en el último recién mencionado, después de pasar una década (2000-2002 a 2010-2012) con una tasa anual negativa de -1,8%.
Estas variaciones en las tasas de crecimiento de la pesca extractiva en el país muestran una tendencia similar a la de buena parte de las principales pesquerías mundiales, pudiendo indicarse que en las décadas siguientes la pesca convencional solo permanecerá estable o crecerá marginalmente y que Argentina no será una excepción a esta realidad.
Así, casi todo el crecimiento de la demanda pesquera futura mundial por productos sectoriales deberá enfrentarse muy mayoritariamente a través del crecimiento de las cosechas acuícolas, situaciones ambas que no han sido reconocidas como críticas ni estratégicas en el país.
Así, de identificarse las especies adecuadas, sitios de emplazamiento apropiados, las tecnologías más indicadas, y se sumaran objetivos y metas realistas, mejorando la gobernanza y disminuyendo los riesgos de inversión mediante las estrategias debidas, Argentina debería poder suplementar sus actuales niveles de pesca con cultivos remunerativos que generarán trabajo y riqueza sostenible para la nación, en base a un modelo principalmente exportador, atendiendo o mitigando en paralelo los principales efectos ambientales negativos que puedan asociarse al proceso de desarrollo.
Sin temor a equivocarse, entonces, y sujetos a una revisión más exhaustiva, podrá postularse que, siguiendo estrategias adecuadas, el país debería llegar a cultivar sobre las 100-150 mil de toneladas de productos acuícolas en los próximos 20-25 años, cuya valoración debería superar con creces los US$ 1.000 o más millones anuales.
MERCADO
La pesca extractiva está estancada a nivel mundial desde los años de 1990, especialmente en cuanto a peces marinos, los que contribuyen con un 73% de las 90,8 MMT de oferta de captura anual en 2020-2022. Esta situación, no se revertirá sino marginalmente en el futuro previsible y ha abierto el paso a los cultivos, los que con 91,1 MMT de cosecha anual en el mismo trienio han crecido hasta superar en 2022 a los volúmenes de pesca, constituyéndose en la única fuente conocida por el momento para suplir la creciente demanda por alimentos pesqueros de las próximas décadas.
Así, la acuicultura mundial crece a tasas medias acumulativas anuales (TMAA) de un 6,4% en los últimos 30 años, terminados en 2022, frente a un magro 0,2% de la pesca extractiva (TMAA de 0,1% en pesca marina y 2,0% en pesca continental).
A pesar de la baja tasa de crecimiento de la pesca extractiva, el aumento de los cultivos ha sido tal, que ha permitido aumentar la disponibilidad de productos para consumo humano, que en 2022 es de 20,2 kilos por persona y año, con una participación ya mayoritaria de las especies cultivadas. Acá, el mundo desarrollado consume más productos pesqueros que los países en desarrollo, existiendo un amplio margen entre unos y otros. Así, por ejemplo, en América del Sur el consumo per cápita en el mismo año es de 9,7 kilos, mientras en la Unión Europea es de 23,1 Kilos y en Asia, de 24,6 kilos. Por su parte el consumo por persona en Argentina es de sólo 7,1 kilos en 2022, de 14,4 kilos en Chile y de 26,2 kilos en Perú, cifras que han venido evolucionando de distinta forma en años recientes.
El consumo por persona no solo varía entre países, sino que también lo hace en cuanto a especies, de manera que existen muchas oportunidades para intercambiar productos de acuerdo con las necesidades de cada lugar. También es muy importante mencionar que los EE.UU. de NA y Europa son lugares que dependen fuertemente de las importaciones, y que otro tanto ocurre en países como Brasil, Japón y varios más, situación que garantiza la existencia de mercados con muchas opciones para exportar, y principalmente para productos de la acuicultura.
La pesca tanto como la acuicultura mundial están dominadas por las actividades de Asia (88.3% de la cosecha mundial y un 52% de la pesca en 2020-2022), y muy particularmente las de China. En el resto del mundo, y particularmente en Occidente los cultivos acuáticos aún constituyen una actividad económica muy joven, y en consecuencia, aquellas naciones que se hagan cargo de todas las oportunidades recién insinuadas tienen un amplio margen de posibilidades de exportar a terceros países. Por cierto, estas oportunidades persistirán a lo largo del tiempo, aunque quienes deseen vender en el extranjero deben estar preparados para cumplir con requisitos múltiples y crecientes de competitividad comercial, de sanidad, de trazabilidad, de trabajo sostenible y cada vez más, ajustándose a los requerimientos en aumento de los consumidores, etc.
En suma, esta breve introducción permite insinuar que Argentina, al igual que lo ha hecho al menos Chile y Ecuador en estas últimas décadas, tiene ante si variadas alternativas para incursionar en producción acuícola controlada, siempre en base a una estrategia apropiada para hacerse de las oportunidades existentes.
Eso sí, regulaciones de gobernanza en aumento, la necesidad de trabajar en forma ambiental, social y económicamente más sustentable y varias situaciones de distinta naturaleza indican que en la próxima década, las velocidades de crecimiento esperada para los cultivo y las exportaciones de productos pesqueros disminuirán sensiblemente, y mostrarán valores aproximados a la mitad de lo experimentado en años recientes, con lo que hacer y comercializar productos de la acuicultura serán labores más desafiantes en el horizonte previsible.
ESTRATEGIA
Los logros y hechos recién descritos son indicativos de que Argentina debe desarrollar cuidadosamente sus planes para expandir fuertemente sus cultivos acuícolas. Deberá cuidar entonces de diseñar una estrategia adecuada, sostenida y financiada en el tiempo, y asociada al ejercicio de fuertes liderazgos de actores públicos y privados.
También se requerirá de uno o más agentes catalizadores significativos para liderar y orientar estos esfuerzos. Se necesita al menos de una institución privada, capaz de abocarse persistentemente a este desafío, para darle sostenibilidad y credibilidad a lo largo del tiempo, convirtiéndose en la entidad que orienta y lidera las actividades de cultivo, de desarrollo de los profesionales y técnicos necesarios y de una industria de servicios, insumos y provisión de equipos/maquinaria. Eventualmente, esta entidad por si o a través de terceros podrá brindar servicios de asistencia técnica, desarrollo de nuevos proyectos de cultivo, selección de sitios apropiados y exploración de productos a elaborar y vender en los mercados mundiales y locales.
También puede promover y/o asumir el desafío de producir/proveer productos/servicios que escasearán inicialmente (juveniles de peces, semillas de moluscos, producción/diseño de alimentos apropiados, servicios ictiopatológicos y de certificación y aseguramiento de calidad, de trazabilidad, etc.), cuya disponibilidad puede convertirse en cuello de botella del proceso de desarrollo productivo inicial en los cultivos acuáticos argentinos.
Igualmente puede encabezar directamente o catalizar el proceso de diseño de una gobernanza apropiada y ajustada a las necesidades del país, y por cierto, si se busca un desarrollo efectivo, también debe buscar la forma de generar la organización necesaria para encabezar los procesos de adquisición de las tecnologías requeridas a lo largo de toda la cadena productiva en los países que corresponda. Una vez que estas hayan sido naturalizadas y adaptadas, con la asistencia de las universidades y/ centros tecnológicos locales, debería construirse proyectos demostrativos modelo, de tamaño precomercial o comercial, que operen con criterios estrictamente empresariales, para demostrar a la comunidad que su implantación es viable y rentable, y que puede reproducirse en proyectos privados, con riesgos acotados que se ajusten a los requerimientos de los inversionistas.
Una vez completado el ‘esfuerzo demostrativo’ de las ‘empresas-modelo’, estas podrán venderse total o parcialmente, obteniéndose eventuales utilidades de importancia, con lo que podrá repetirse este círculo virtuoso con otras especies y/o tecnologías, devolviendo a quienes encabecen este proceso su inversión inicial, seguramente con una utilidad conmensurable con los riesgos en que se incurra.
Cualesquiera sean las entidades privadas que se involucren en el proceso catalizador del desarrollo acuícola argentino, que asuman directamente o lideren la gestación de las organizaciones que inviertan inicialmente en estas actividades, deseablemente creando un ‘hub’ de empresas que deseen asociarse a estos empeños, estas deberían poder disfrutar de los beneficios asociados al encabezar los nuevos cultivos y actividades conexas con antelación al resto de la comunidad, resarciéndose así con creces de los riesgos iniciales, y liderando en las nuevas cosechas acuícolas en el país o en actividades relacionadas a lo largo de la respectiva cadena productiva.
Por cierto que si se desea lograr objetivos ambiciosos, la magnitud del desafío no será menor, y eventualmente requerirá apoyo del Estado Nacional y de las Provincias, así como de otras instancias financieras y políticas, para ir avanzando a lo largo del tiempo.
Esta visión estratégica se ha aplicado plenamente en Chile en décadas pasadas, permitiendo que actualmente el país, excediendo los 1,5 MMT de cultivo, se haya convertido en un líder mundial en acuicultura, ubicándose en cuestión de unas pocas décadas entre los primeros 10 productores de cultivos acuáticos del mundo, con exportaciones anuales de US$ 7.121 MM en 2023, frente a US$ 1.860 MM de la pesca extractiva, aunque este último rubro también permite que el país se encuentre entre las 10 principales naciones pesqueras del mundo.
Así, la acuicultura chilena realiza exportaciones por un valor de US$ 7,7 por kilo en ese mismo año, frente a US$ 2,4 por kilo de productos de la pesca extractiva. A título de referencia se puede indicar que el valor de las exportaciones acuícolas de Chile en 1990 alcanzaban a US$ 339 MM, frente a US$ 1.675 MM de productos de pesca extractiva (valores monetarios expresados en dólares de 2023). A la vez, la pesca y acuicultura chilena ya aportan un 9,5% al total de exportación de bienes del país en 2023, constituyéndose en el segundo sector exportador del país. Los productos de la acuicultura por si solos, significan un 7,5% del total de bienes exportados por Chile en 2023.
Dicho lo anterior debe decirse sin más que Argentina ha desaprovechado muchos años para hacerse de las enormes oportunidades que ha brindado la acuicultura en muchos países vecinos y de otras latitudes. Parece entonces haber llegado el momento de transitar de esta frustración a la realización de las oportunidades existentes, por el bien del país y de sus pobladores.